Un acontecimiento es un evento, situación o hecho que contiene elementos posibles de convertirse en extraordinarios y adquirir relevancia por medio de operaciones de sentido, significación y difusión que repercuten, movilizan y conmueven gran parte de la sociedad. Hoy sabemos que los acontecimientos se construyen con intencionalidades más o menos manifiestas.
No todo hecho es posible de acontecer, en la actualidad los acontecimientos son recogidos-construidos e informados a través de los medios de (in)comunicación, las redes sociales y sus “memes”.
Son los memes, a mi entender, los que realmente terminan cargando de sentido lo acontecido en Nordelta, logrando ser levantados por la televisión, las radios y los diarios.
Un suceso que tranquilamente podría no haber superado los límites de las alambradas que rodean las domesticadas vidas de la clase social que la habita, de pronto comienza a trascenderlas y repercutir hasta convertirse en una radiografía o como dice el refrán, para muestra basta un botón, del estado actual de nuestra sociedad.
Los carpinchos nos ofrecen en su propia materialidad, conducta y accionar un soporte donde inscribir nuestros universos simbólicos, otorgar sentidos mediante ciertas operaciones conceptuales de analogía, hipérbole, elipsis para terminar empatizando hasta convertirlos en símbolos de identidad y justicia social.
Cual película distópica, los carpinchos ¿Yacían bajo tierra, encapsulados, esperando regresar un día como hoy convertidos en zoombies, invadiendo las propiedades de los buenos vecinos humanos y destruyendo todo a su paso?
¿O tal vez ya estaban allí? invisibles a la luz del sol, “domesticados”, hasta que un día alcanzaron la masa crítica aluvional zoológica suficiente para hacerse escuchar y generar la insurrección de los desplazados metiendo sus patas en las fuentes lagunares y calles del inmaculado y bucólico espacio arquitectónico, funcional y estéticamente diseñado donde todo ha sido previsto y nada dejado en manos del azar pero, cual mano invisible del mercado que todo lo regula, ... lo desplazado retorna.
El encuentro con la alteridad no puede ser un encuentro a mi medida, un encuentro que signifique tener todo bajo control, que no me interpele, que no cambie mi modo de habitar el mundo, de habitar los humedales. Más que encuentro es avasallamiento si al otro lo quiero domesticado, adocenado, políticamente correcto y que no me joda, caso contrario le mando a Pato Gendarmería Bullrich, luchadora libertaria dispuesta a llevar su “democracia” a toda la república del humedal aunque tenga que regarla con la sangre del carpingaucho.
La historia se repite dos veces dijo un barbudo, la primera como tragedia y la segunda como comedia. Primero la “campaña del desierto”, luego su versión paródica con los “nordeltinos” (dícese de los habitantes del Nordelta que ocupan tierras mediante la figura institucional del “country”) a la conquista del yermo humedal.
Y en esta historia, nuestros personajes peludos, simpáticos, gregarios, que viven en familias, inofensivos mientras no sientan amenazadas sus crías, han sido protagonistas de una gesta simbólica, heróica, libertina y plebeya. Plebeyo es pasearse por los coquetos jardines y comerse el irresistible pasto ornamental tanto como refrescarse los pies en aguas prístinas.
Plebeyo es ejercer el derecho al goce. Plebeyo es sentirse pueblo.
Celebraremos de ahora en adelante la aparición de más carpinchos nacionales y populares hasta llenar las calles de rebeldía plebeya, carpinchos originarios, carpinches de pañuelo verde, carpinchxs por los derechos de les niñes, carpinchxs, carpinchxs y más carpinchxs, hasta alcanzar la patria grande carpinchera que nuestras heroínas y nuestros héroes soñaron, con independencia económica, soberanía política y justicia social.