Imagen: Gustavo Radice

Desde los primeros recortes y pegues, junto con la masificación de las publicaciones impresas, el collage (o fotomontaje) fue desarrollándose como práctica marginal, subordinada a las disciplinas y cristalizaciones del “Arte con mayúsculas”.

Este carácter lúdico y desprejuiciado se tradujo en una extraordinaria libertad imaginativa que abarca lo decorativo, lo surreal, el humor, la crítica, etc. En este amplio universo encontraremos proposiciones plásticas con distintas cualidades gráficas, citas y apropiaciones.

Como recurso estético y retórico, el collage posibilita múltiples asociaciones y resignificaciones en permanente dinámica. No por nada fue una de las prácticas más utilizadas por los dadaístas, como lo atestiguan las obras de Raoul Haussman, Hanna Hoch y Kurt Schwitters; quienes en su desdén por las formas clásicas, encontraron en el fotomontaje el medio para canalizar sus inquietudes e interpelación a los tradicionalismos.

Y ya sea en las formulaciones plásticas de Picasso o los escenarios fantásticos de Max Ernst, podemos advertir que la facultad estética y capital simbólico del collage no sólo radica en la recontextualización de las representaciones, sino también en la misma materialidad y referencialidad del recorte.

En la contemporaneidad, el arribo de internet y las herramientas digitales revolucionaron el proceso de montaje y dejaron al alcance de la mano una inagotable fuente de imágenes y recursos gráficos, implicando un crecimiento enorme de cultores de la operatoria del collage y una explosión masiva en lo referente a la circulación de estas propuestas. Numerosos espacios en redes se ocupan específicamente de este tipo de consumos y producciones.

Gustavo Radice, Erica Garrido y Clara Ferreyra son tres artistas que saben aprovechar estas particularidades, cada unx en su singularidad, pero compartiendo el interés por su potencial evocativo. Los siguientes son algunos de sus trabajos.