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CREAR, HACER, VIVIR: UNA POLIFONÍA POSIBLE EN TORNO AL TRABAJO CULTURAL
Texto: Mirta Taboada
Imagen: Fernando Evangelista




"Puede que sólo dos estados de ánimo constante hagan que la vida valga la pena ser vivida. Yo diría que el noble goce de una pasión creadora o el desamparo de perderla”, escribe la escritora e investigadora española Remedios Zafra. En esa referencia Zafra recupera una frase de Fernando Pessoa pero reemplaza ''religión” por ''pasión creadora”. La cita pertenece a su ensayo, “El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital” (2017), en el que plantea la existencia de un nuevo “sistema de valor”, uno en el que la tecnología consolida un claro protagonismo en nuestras vidas, apoyadas por la primacía estadística de un mundo cuantificado, donde las y los trabajadoras y trabajadores del campo creativo y cultural se encuentran a menudo atados a una precarización muy particular: una movilizada por una “pasión creativa que tanto frustra como punza y arrastra” y que puede encontrar una recompensa en la visibilidad y el reconocimiento simbólico, antes que material.

En un artículo en 2019 (1), Zafra dirá que “la profesionalización de lo simbólico está en el corazón del capitalismo cultural y en la movilización del sujeto precario y sobreexpuesto.” De acuerdo al análisis de la autora, el capitalismo construye un “modo artístico” de producción que normaliza retribución económica con visibilidad, en que la vanidad y un entusiasmo autoinducido contribuyen a movilizar la “autoexplotación”, que hacen de la imaginación, la originalidad y de la exposición, motivos de recompensa. Los modos de trabajo en las industrias creativas y del conocimiento se parecen cada vez más a los modos artísticos, apunta Zafra, y en ellos el sistema capitalista contemporáneo aprovecha la precariedad de sus agentes.

En esa línea, Fabián Casas, periodista y escritor argentino, sienta una postura como enseñanza para las nuevas generaciones: “Yo creo que la idea de la originalidad es un cheque que te da el capitalismo para que después vos quedes endeudado tratando de pagarlo. Todos sabemos que cuando pagás la deuda, el Capital se pone mal. Lo que quiere es que no pagues, no que pagues. (2)” Como expresan estas voces, el capitalismo será el hilo conductor, la matriz necesaria a partir de la cual pensar a las y los trabajadores culturales, matriz que teje trama entre voces que reflexionan en torno a la producción creativa y artística, a sus atributos naturalizados.

En relación al rol de quienes producen en la arena cultural, el músico e historiador Gabo Ferro aportaba un mandato clave: “Un artista no debe quedarse callado, mucho menos si del otro lado tiene a alguien que le pregunta cosas y tiene ganas de escucharlo, de comprender qué dice uno”. Y al igual que el artista, decía Ferro, “el filósofo, el obrero, el historiador, el periodista”, tienen que recuperar la palabra decir porque ello “tiene que ver con el compromiso hacia tu propio tiempo” (3).

Teniendo en cuenta la importancia de esa identidad cultural asumida, cuando se asume de una manera que no puede dejar de ser política, urge la pregunta de cómo viven quienes crean, hacen y producen aquello tan humano porque es cultura, que no nace como algo dado, que se construye y se sostiene. Ese movimiento exige pasar de la obra a lo invisible, a lo que no es simbólico, ni se relaciona a los sentidos posibles que involucra, a su densidad artística o cultural, sino a las posibilidades materiales de su existencia, a sus condiciones de producción, sus riesgos y amenazas.

El 31 de enero de 2020 Rosario Bléfari anunciaba la salida inminente de “Diario del dinero”, al que definió como “material de análisis para economistas y sociólogos, divertimento posible para chismosos y para los que se preguntan cómo vive una tipa como yo”. En la contratapa de ese libro póstumo, Rosario nos brinda pistas sobre esa prosa desordenada por elección, que narra con detalle y ojo poético los retazos de una historia íntima y a la vez colectiva, desde 1983 a 2019 en Argentina y a través de ella, “todo el recorrido del dinero y sus causas y consecuencias: pagué esto y aquello, me pagaron tal cosa y con eso repuse lo que había sacado de allá. Así. Nunca me sirvió para ordenarme ni para hacer un cálculo de algo pero sí me interesó lo de escribir los números, hacer escritura de las cuentas, relatar el debe y el haber. Si las anotaciones habituales no conseguían retener algo del paso del dinero por mi vida, ni siquiera conseguían que pudiera controlarlo, relatarlo sí me permitió observar su presencia como una puntuación, un ritmo” (4).

En una de las entradas de ese diario, fechada en mayo de 2015, Rosario escribe: “Deudas y cuentas se me aparecen como un sueño, como si al final no importara. Toda esa preocupación eterna por el dinero que me acompañó toda mi vida parece, de pronto, perder peso y lugar. Tal vez si muero ya no importe de verdad. Se encargarán otros, del dinero que se debe, del que me deben, del que podría ganar…, algo de lo que hubiera querido no tener que preocuparme nunca… o algo en lo que me hubiera gustado ser más ¿práctica o afortunada? Para algunos parece más fácil.”

En un presente de profunda incertidumbre y de reconfiguraciones de relaciones, espacios y tiempos, que instala la pandemia como el tema socialmente relevante, la reflexión en torno a las posibilidades de producción cultural se vuelve aún más urgente. Monotributo, subsidio, autogestión y asociación forman parte de la familia semántica de su trastienda económica, que evidencia la importancia de considerar lo material anudado a lo simbólico.

En esa línea, también hay verbos claves: renacer, impulsar, reactivar, fomentar, fortalecer son algunas acciones involucradas en políticas públicas recientes a nivel nacional destinadas al sector cultural y que dan cuenta de la necesaria intervención estatal para asegurar las posibilidades no sólo de creación sino de supervivencia en este tiempo. Un tiempo que si pensamos desde la matriz capitalista que lo sustenta, nos revela un escenario complejo, donde la velocidad y el exceso cuantitativo de nuestro mundo anfibio, donde lo online y lo offline están imbricados en nuestras vidas cotidianas, exhiben a menudo prácticas culturales o creativas que “repiten mundo” recuperando una vez más a Zafra. Pero también es posible salir de esas formas de hacer y crear, como lo muestran quienes trabajan desde y para una cultura como acervo social vital y como derecho, quienes trabajan creando otros mundos en éste e intentan transformarlo.

1- “El malestar en la cultura”, Remedios Zafra, 29 de octubre de 2019, recuperado de: https://www.semana.com/impresa/portada/articulo/el-malestar-en-la-cultura-un-texto-de-la-ensayista-remedios-zafra/78735/

2- “Seis propuestas para los próximos millenials”, Fabián Casas, 25 de septiembre de 2019, recuperado de: https://www.eternacadencia.com.ar/blog/filba/item/seis-propuestas-para-los-proximos-milennials.html

3- “Gabo Ferro: el artista como productor cultural”, recuperado de: https://www.editorialmarea.com.ar/noticias/gabo-ferro-el-artista-como-productor-cultural-30

4- Recuperado de https://mansalva.com.ar/producto/rosario-blefari-diario-del-dinero/



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