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EL ARTE COMO ORDENADOR SOCIAL
Texto: Santiago Ares




Una apreciación de los valores estéticos en sus diferentes formas de expresión, señala que se nutren del universo de las imágenes colectivas. Cuando en una sociedad y en determinado momento histórico se produce una crisis, esta realidad impulsa la aparición de permutaciones en el carácter de instaurar los impulsos creadores, se ponen de manifiesto las tendencias y usanzas. La representación de un artista es producto de esta determinación. En torno a los esquemas artísticos, existen asentidos criterios imaginativos, que nunca son ajenos de manera admitida o difusa, a innegables convivencias ideológicas.

Es trascendental para la construcción cultural colectiva, proteger desde el Estado los rasgos propios que se identifiquen con nuestras características y usanzas. Si pretendemos reformular el tejido social hacia una cosmovisión que se interprete soberana, hermanada con su medio físico y momento histórico, deberíamos impulsar las expresiones regionales y las usinas emergentes.

Para ello, serían necesarias políticas públicas tendientes a entorpecer la penetración cultural monopólica y a difundir artistas como por ejemplo Leonardo Favio que, definen con su obra lo que pretendemos manifestar, tal como dice Carlos Vallina: “…En el campo artístico, y más específicamente en el complejo universo cinematográfico, Latinoamérica ha dado dos genios, es decir dos pensamientos revolucionarios y transformadores que permitieron consolidar el lenguaje de las imágenes en movimiento, de modo definitivo.

Glauber Rocha y Leonardo Favio han construido en su obra los paradigmas evidentes de la consolidación básica del cine. Su oscilación entre lo real y lo expresado. Inclasificables para la crítica lineal, inasimilables por su insobornable condición global ante el mundo fílmico, reaparecen cada vez que los necesitamos. ¿Para qué los necesitamos? Para poder ser en términos propios y establecer en el campo artístico, la perspectiva de una labor no tutelada. Los films de ambos son producto del desgarramiento histórico en nuestra región para poder construir representaciones identitarias maduras…”. (sic)

Es entonces que decimos, el arte en movimiento y en pleno dinamismo, pone en acción y estimula el conocimiento colectivo, si las corrientes creadoras y sus manifestaciones perduran en el tiempo, comenzarán a conformarse nuevos valores estéticos, orientados a la consolidación del sector cultural y en la expansión del intelecto social del conjunto. Por tal motivo, es imperioso revitalizar prácticas políticas para proporcionar pautas responsables que estén interesadas en cómo integrar el desarrollo cultural y creativo en la gestión pública.

Pensar la actividad artística en su condición de obrar como instrumento de efugio, tomar a la creación como medio impulsor de tendencias, sustituir la acción de consumir por la de interpretar, aplicar este conjunto adicional de principios, implica contribuir a la cohesión del tejido social.


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