“Y la gente se quedó en casa.
Y leía libros y escuchaba.
Y descansaba y hacía ejercicio.
Y creaba arte y jugaba.
Y aprendía nuevas formas de ser, de estar quieto.
Y se detenía.
Y escuchaba más profundamente.
Algunos meditaban.
Algunos rezaban.
Algunos bailaban.
Algunos hallaron sus sombras.
Y la gente empezó a pensar de forma diferente.
Y la gente sanó.
Y, en ausencia de personas
que viven en la ignorancia y el peligro,
sin sentido y sin corazón,
la Tierra comenzó a sanar.
Y cuando pasó el peligro,
y la gente se unió de nuevo,
lamentaron sus pérdidas,
tomaron nuevas decisiones,
soñaron nuevas imágenes,
crearon nuevas formas de vivir y curaron la tierra por completo,
tal y como ellos habían sido curados".
Durante la pandemia circuló este poema de Kitty O’Meara, que daba esperanzas de un mundo mejor, de una vida más conectada con la naturaleza y la espiritualidad, pero todo fue utopía, como un paréntesis en la vida de las personas, que entre otras cosas nos dejó voces y promesas filtradas por barbijos, moda oversized, joggers y zapatillas con vestidos.
Andrea Saltzman, en su libro “El cuerpo diseñado” (2004) dice que “Las diversas clases de textil que utilizamos marcan las etapas de la vida y nos acompañan en los rituales de la sociabilidad, como el nacimiento, el bautismo, las nupcias y aun en el lecho de muerte, aportando sentido a los sentidos” (p. 39), y sin duda esto sucedió durante la pandemia. Durante estos tiempos entre cuerpo, vestido y entorno se entrelazó una materialidad que se caracterizó por ser elástica, suave, mullida, contenedora, acogedora, la pregunta ahora es: ¿cuánto tardará esta materialidad en rigidizarse y plastificarse?
La historia de la humanidad siempre estuvo envuelta de textiles. El textil siempre fue reflejo de lo que pasaba en el momento, y los tiempos de Coronavirus no fueron la excepción. Había que quedarse en casa, había que volver al nido y para eso había que adaptar nuestra segunda piel, para que ese espacio que se genera entre cuerpo y vestuario sea confortable y flexible. Así las marcas se vieron obligadas a redireccionar sus colecciones y el “Home clothes” invadió las casas de moda.
Sin duda, el textil, esa materialidad poco reconocida por la Historia del Arte, fue protagonista una vez más.