Estas palabras que hoy escribo tienen un solo propósito, pensar y activar acciones a un nivel micro, a un nivel donde todes podemos tener una incidencia concreta grupalmente. No será nada nuevo lo que voy a decir y lo vengo observando en diversos colectivos. Lo que intento es llamar la atención sobre algo que podemos construir entre todes y me refiero a encarnar el concepto de comunidad.
Si hay algo que el capitalismo financiero actual apunta a desgastar es toda experiencia comunitaria para engendrar sociedades del anonimato, donde lo que cuenta es el individuo homogeneizado, sin texturas y replegado sobre sí mismo, autoexplotado y con un mandato libertario impuesto en autoproducirse felizmente mediante tecnologías del yo: léase autoayuda, ¿No les hace ruidito cuando en Mac Donalds a les más chiques les ofrecen la “cajita feliz”? Les meten fichas desde temprano...
La tecnociencia nos propone un “mundo feliz”, del yo mental de la primera mitad del siglo XX pasamos al yo cerebral de la segunda mitad del siglo, o sea, un yo neuroquímico. Un yo que coloca a las funciones cognitivas, la emoción, la voluntad, los estados de ánimo a merced de las transformaciones por parte de la tecnología médica.
Quiere decir que puedo ajustar mi conducta a las necesidades que dicta el mercado porque “soy libre de elegir”. Está siendo rutina querer transformar nuestras capacidades subjetivas a través de drogas para adaptarnos al intenso esfuerzo al que el sistema actual de producción nos exige.
Esta biopolítica en los procesos de subjetivación está en manos de corporaciones de laboratorios, con capacidad de invertir grandes cantidades de dinero en investigación y desarrollo de nuevos fármacos en la búsqueda de ganancias prometedoras. Están al servicio de las leyes que el tecnocapitalismo financiero dicta: ser más autoproductive, autoexplotade y “feliz”.
La resultante de todo esto es una sociedad cansada, sometida a mandatos de autogestión del propio éxito y felicidad, de sentirse culpable en caso de no lograr los objetivos, en definitiva ser un fracasade por cuenta propia, acabade por “méritocracia propia”.
Sabemos que la sociedad es posterior a la comunidad, nace a través del contrato social. Cuando recordamos a Hobbes afirmando que “el hombre es el lobo del hombre”, vemos que se va perfilando, en un capitalismo creciente, lo que va a ser la resultante de este contrato: sociedades que establecen lazos impersonales, de competencia y acuerdos de plazos preestablecidos de duración, nada es para siempre, S.A. (Sociedades Anónimas). Olemos en el aire cierto darwinismo social.
No soy un negador de las sociedades, resultan necesarias pero lo que ha acontecido es que han ido ocupando cada vez más terreno en pos de este capitalismo feroz. Pensemos en las grandes masas migratorias moviéndose por todo el planeta como consecuencias de la explotación de las personas, los recursos naturales y el daño ecológico. La Nación migrante se estima en casi 272 millones según datos de Naciones Unidas sobre migración internacional a Junio de 2019.
Hay cuestiones de la macropolítica en la que no debemos dejar de actuar, por ejemplo trabajar para que haya gobiernos populares a pesar de sus defectos.
Pero en el mientras tanto, a un nivel más micro, pongo las fichas para que podamos generar más comunidad, es decir, desarrollar lazos de proximidad afectiva que generen cohesión, sentimientos de amor y solidaridad recomponiendo el tejido social. Afectar y ser afectades por otres, necesitamos abrirnos a la otredad, nos constituimos subjetivamente a partir de la mirada del otre. Generar comunidad otorga sentido a nuestras vidas, hace que desarrollemos nuestras capacidades singulares, nos hace menos dependientes de la industria farmacológica y más tolerables nuestras frustraciones y angustias.
Invito a todes a producir, habitar y vivir experiencias comunitarias. Es una forma de estar en el mundo.